2. ATENCIÓN HOLÍSTICA E INTEGRAL DEL PACIENTE Y LA FAMILIA

 

Como afirma el Doctor José Carlos Bermejo, cada vez se habla más de salud integral, de salud holística.

Parece que cada vez somos más conscientes de que la salud no se reduce a algo puramente biológico, sino que afecta a toda la persona. Por eso todas las intervenciones en salud han de tener también una perspectiva holística, global, integral. Si así no fuera, las profesiones humanas de salud se aproximarían a la práctica veterinaria sobre cuerpos humanos.

En realidad, podríamos decir que humanizar la salud es generar salud holística. En efecto, uno de los indicadores de un cuidado humanizador es la consideración de la persona ayudada en sentido holístico.

El concepto “holístico” y el concepto “salud” La palabra “holístico” no está en el diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Proviene del griego: “holos/n”: todo, entero, total, completo, y suele usarse como sinónimo de “integral”. Acompañar, cuidar en sentido holístico significa entonces considerar a las personas en todas sus dimensiones, es decir en la dimensión física, intelectual, social, emocional y espiritual y religiosa.

De este modo, el concepto de salud que proponemos para un cuidado holístico no se conforma con considerarla como “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo ausencia de enfermedad o dolencia”, puesto que si bien esta definición tiene las ventajas de no reducir la salud a mera afección corporal y supera criterios exclusivamente somáticos y organicistas, descuida aspectos de la salud importantes, como presentaremos a continuación, y la reduce a un mero “estado”.

Entendemos por estilo de acompañamiento holístico a la persona aquel que pretende generar salud holística y ésta sería la experiencia de la persona de armonía y responsabilidad en la gestión de la propia vida, de los propios recursos, de sus límites y disfunciones en cada una de las dimensiones de la persona ya citadas: física, intelectual, relacional, emocional y espiritual y religiosa. Así, una persona está sana físicamente cuando al considerar su cuerpo lo cuida y lo trata más que como cuerpo “animal”; lo ve en su aspecto de “corporeidad”: el ser humano entero en el cuerpo, superando viejos dualismos que veían a éste como cárcel del alma y, en todo caso, con sus connotaciones negativas. El cuerpo humano, en efecto, evoca y vehicula la dimensión relacional. Se da salud física, pues, también con grandes límites en el cuerpo, como de hecho sucede cuando las personas sufren diferentes tipos de discapacidades.

De la misma manera, acompañar a la persona enferma en sentido holístico supone generar salud también en el ámbito mental. La salud mental no es sólo ausencia de patologías psíquicas, sino que la entendemos como apropiación de las propias cogniciones, ideas, teorías, paradigmas, modos de interpretar la realidad, libres de obsesiones y excesivas visiones cerradas y pretendidamente definitivas de las cosas y de la vida.

Igualmente, acompañar en sentido integral al enfermo, implica promover salud relacional, salud en la dimensión social. Se dará salud relacional cuando se pueda decir que una persona se relaciona bien consigo misma porque experimenta un cierto equilibrio en la relación con su cuerpo, porque promueve el autocuidado, la belleza, la autoestima. Una persona vive sanamente su dimensión relacional cuando experimenta paz con su “ser tierra”, cuando se relación positivamente con toda la geografía humana física, cuando sabe disfrutar y tiene buena capacidad de posponer la gratificación.

A su vez, una persona vive sanamente las relaciones con los demás cuando éstas están impregnadas de buen uso de la mirada, cuando es capaz de experimentar ternura, equilibrio y vive el contacto corporal de manera personal y positiva. Una persona indica salud relacional cuando se reconoce interdependiente, no exclusivamente independiente ni dependiente, sino que reconoce las diferentes interdependencias en los diferentes ámbitos de la vida.

Pero hablamos también de salud emocional y nos referimos a ella en el marco de este acompañamiento holístico porque la dimensión emotiva es una más de las que consideramos. Queremos generar salud emocional como manejo responsable de los sentimientos, reconociéndolos, dándoles nombre, aceptándolos, integrándolos y aprovechando su energía al servicio de los valores. La persona sana emocionalmente controla sus sentimientos de manera asertiva, afirmativa.

Y acompañar en sentido holístico al enfermo significa también intentar generar salud espiritual, es decir, conciencia de ser trascendente, conocimiento de los propios valores y respeto de la diversidad de escalas, gestión saludable de la pregunta por el sentido y adhesión o no, libre, a una religión liberadora y humanizadora, que no genere fanatismos, esclavitudes, moralización, sentimientos de culpa morbosos, anestesia de lo humano… En realidad, para intervenir holísticamente se requiere recuperar la visión integral, hay que ir contracorriente en relación a la mentalidad contemporánea, que va por el camino de la fragmentación y la superespecialización.

Los profesionales de la salud de hoy pueden perder de vista que detrás de cada problema o patología está la totalidad de un sujeto.
Pero el “modelo integral”, “holístico” de intervención en el cuidado a las personas enfermas y sus familias supone no sólo considerar al hombre en todas sus partes (cuerpo, psique, sentimientos, relaciones, valores, creencias, cultura…). “Holístico” no es sólo ver al enfermo globalmente, sino que consiste en partir de la complejidad del ser humano y del mundo entero atravesado por la vulnerabilidad e interaccionando con la totalidad de los sujetos, produciéndose una concatenación de vínculos que pueden favorecer o entorpecer los procesos de salud.

 

2.1. SALUD HOLÍSTICA-INTEGRATIVA (CONTRA LA EXCLUSIÓN)

El objetivo de todo acompañamiento a la persona que sufre no es otro que contribuir a hacer que el enfermo pueda hacer la mayor y la mejor experiencia de curación entendida en su integridad.

Por su parte, el Dr. García Roca, ha lanzado la hipótesis de que la exclusión (y el enfermo puede sufrir diferentes exclusiones) es el resultado de tres procesos sociales con sus propias lógicas, la confluencia de tres desgarros con sus respectivas tramas.

– El primer vector está formado por elementos estructurales (dimensión económica de la exclusión: falta de vivienda, trabajo inestable, escasos o nulos recursos económicos, falta de salud). Efectivamente, los enfermos, pueden padecer la limitación de la familia, por la escasez de los ingresos, por las características de la vivienda y del barrio donde se sitúa, etc., pueden ser excluidos de los recursos sanitarios en función del desarrollo del País donde se encuentran, etc.

– El segundo vector está constituido por elementos contextuales que se refieren a la dimensión social de la exclusión (mundo relacional de la persona, inexistencia o fragilidad de relaciones sanas de apoyo, falta de puntos de referencia que puedan servir de soporte, debilidad de los servicios de proximidad o redes próximas de apoyo). Podemos constatar con frecuencia cómo los apoyos familiares son débiles, el entorno a veces no es favorable, las relaciones entre los miembros de la familia con frecuencia son muy vulnerables, cuando no inexistentes.

– El tercer vector viene dado por la precariedad en cuanto cualidad del sujeto, (los elementos más subjetivos y personales de la marginación, la “precariedad cultural” , la ruptura de algunas comunicaciones, la debilidad de las expectativas, el desánimo y el debilitamiento de la confianza, la identidad y la autoestima). El proceso de exclusión y marginación es causa y consecuencia también de un deterioro en la persona, en la capacidad de hacer una lectura objetiva de la realidad que le rodea y de poner en marcha mecanismos propios que le ayuden a salir de ella.

Desde este planteamiento, el acompañamiento humanizado y humanizador y la relación de ayuda tiene una gran importancia para incidir en los tres vectores, de modo que la persona se reconstruya entera y la intervención lo sea tanto en el ámbito de recuperación de la salud como en el económico, laboral, de vivienda, etc., como en el mundo de las relaciones y de la imagen personal, de modo que la salud generada en el encuentro sea duradera y no un simple paliativo.

En este sentido, la responsabilidad de atenuar el sufrimiento del enfermo es personal y colectiva, pues el sufrimiento provocado por variables sociales tiene mucho de estructural y de comunitario, atentando también contra el principio ético de justicia. De este modo conseguiremos con más facilidad y eficacia “matar la muerte evitable” y eliminar la “muerte social” que tanto sufrimiento crea entre los enfermos. Digamos también que un acompañamiento holístico habrá de tener en cuenta la importancia de la familia del afectado. Ésta no sólo sufre por tener un enfermo, sino, con frecuencia, a causa de la marginación social, de sentimientos de culpa, de la ruptura de la imagen que se habían hecho de su ser querido, etc.

Pero el concepto de holismo no sólo implica la consideración de la persona en todas sus dimensiones, sino también el camino de vuelta que se produce en las relaciones de ayuda. También el agente de salud queda afectado. No hay relación que no afecte al universo entero.

 

2.2. ENFERMERÍA HOLÍSTICA

La Asociación Americana de Enfermeras holísticas define enfermería holística como “toda práctica de enfermería donde la curación a la persona como un todo es su meta”.

Este ideal de cuidar a la persona entera, no sólo su cuerpo físico, es un ideal que se relaciona a Florence Nightingale. Cada enfermera que conoce a Florence y su dedicación al cuidado de los que no podían cuidar de sí mismos sabrá a qué nos referimos. Debido a que ella hizo hincapié en la conexión entre los pacientes y su entorno, que se considera una de las primeras enfermeras holísticas.

La enfermería ha recorrido un largo camino desde los días de Florence Nightingale y sus acciones pioneras que le definen como “la madre de la enfermería moderna. “Una cosa que no ha cambiado, y es poco probable que cambie en cualquier momento del futuro cercano, es la presencia de enfermedad y su efecto en las personas”.

Como profesionales de enfermería hay que tener conocimientos sobre cómo las enfermedades afectan a nuestros pacientes. Debido a la alta carga de pacientes y el poco tiempo disponible para las enfermeras, puede ser fácil tratar simplemente el bienestar físico y pasar al siguiente paciente, residente, o cliente.

Es importante cuidar de toda la persona y verlos como una persona entera, no sólo un paciente o diagnóstico. Una atención de enfermería integral implica la curación de la mente, el cuerpo y el alma de nuestros pacientes. Se trata de pensar y ayudar a los pacientes con los efectos de la enfermedad en el cuerpo, la mente, las emociones, la espiritualidad, la religión y las relaciones personales. Una atención integral también implica tomar en consideración las diferencias y preferencias sociales y culturales. Cada persona es su propia persona. ¿Acaso no deberíamos individualizar nuestra atención para cada paciente? La holística y cuidados paliativos son más que ciertas acciones realizadas o palabras habladas a un paciente. El cuidado holístico es una filosofía; se trata de un método para garantizar la atención a todas las partes de un paciente.

 

2.3. LAS ENFERMERAS HOLÍSTICAS.

Las enfermeras holísticas son aquellas que reconocen y tratan a cada individuo de manera diferente. Las enfermeras holísticas se describen a menudo por los pacientes como las enfermeras que “realmente les importa”.

Si bien no hay nada inherentemente malo en estar orientado a la tarea o meta-orientado en el cuidado formal de enfermería, si una enfermera está excesivamente orientada a la tarea, puede dejar a los pacientes con la sensación de que son sólo un número o un diagnóstico o, peor, una carga.

Cada enfermera es culpable de tener que correr en algún momento; todos sabemos que el dilema de demasiados pacientes y el tiempo no es suficiente; exceso de gráficos y el tiempo no es suficiente; demasiados miembros de la familia para hacer frente y no hay suficiente tiempo. Entre las necesidades del paciente, compañeras enfermeras, médicos, gráficos, los miembros de la familia, y más, las enfermeras tienen mucho de qué preocuparse.

Como profesionales de enfermería hay que encontrar una manera de equilibrar todos los deberes y responsabilidades que vienen con el título. Una vez hecho esto, los deberes y responsabilidades se convierten en privilegios y éxito.

Las profesionales de enfermería no sólo pueden utilizar la atención de enfermería integral para enriquecer la vida de los pacientes, sino para enriquecer sus propias vidas.

La enfermería es una profesión difícil. A veces es un agotamiento físico, mental y emocional. Otras veces se experimenta con un paciente algún momento que recuerda el por qué se convirtió en una enfermera. Una forma de aumentar estas experiencias y brindar una mejor atención a los pacientes en general es a través de la atención de enfermería integral.

La clave no es necesariamente acerca de cuánto tiempo se pasó interactuando con un paciente, sino cómo se utiliza el tiempo que se tuvo con ellos. Las enfermeras deben esforzarse por hacer lo más posible en el corto tiempo que tienen con cada paciente.

Como profesionales de enfermería es necesario promover un bienestar psicológico y emocional en los pacientes con el fin de facilitar la curación física. Cuando se hace esto la relación con el paciente cambia y se convierte en algo más positivo que antes. Esto conduce a mejores resultados en los pacientes y puede aumentar la felicidad y propósito en el trabajo como enfermera.

Hay muchas maneras fáciles de mejorar las relaciones con los pacientes y promover un ambiente psicológico, emocional y espiritual saludable:

– Aprender el nombre de los pacientes y utilizarlo.

– Hacer buen contacto con la mirada.

– Preguntar cómo se siente, sinceramente, que realmente importe.

– Sonriendo y riendo cuando sea apropiado.

– Utilizar el toque terapéutico.

– Ayudar al paciente a verse a sí mismo como alguien que merece dignidad.

– Preservar la dignidad del paciente lo más que puedas.

– Educar a los pacientes sobre la importancia del autocuidado.

– Preguntar al paciente cómo puedes reducir su ansiedad o dolor.

– Utilizar métodos no farmacológicos de control del dolor, como las técnicas de relajación.

– Animar a los pacientes y ayudar con modalidades alternativas de tratamiento; nunca subestimes el beneficio de un masaje, aromaterapia, o la música.

– Preguntar si tienen ciertas creencias religiosas, culturales o espirituales; ser sensible y aceptar sus creencias.

Esta es una pequeña lista de cambios que pueden ser implementados con el fin de centrarse más en la atención integral de los pacientes.

Al final del día, la atención integral ni siquiera es acerca de cuántas acciones holísticas se han realizado. Lo que importa es la intención de atender a cada paciente como un todo y estar presente para ese paciente mientras se pueda. La enfermería holística se puede practicar en cualquier entorno médico, ya sea en una clínica o en enfermería a domicilio.

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